Con el don del Espíritu el Señor resucitado confiere a sus enviados su mismo poder, y sin ponerles ninguna clase de restricciones. Ahora que Jesús regresa al Padre, ellos podrán ejercer ese poder de perdonar los pecados en nombre de Jesús. El perdón vendrá ofrecido a todos los hombres.
Jesús llega al lugar a donde se encuentran sus discípulos y el primer don que reciben, antes de darles el don del Espíritu Santo, es la paz. Esta paz produce fe y alegría, cimiento necesario para recibir al Espíritu Santo.
La misión del Espíritu Santo es confirmar en la fe a todo cristiano para que tenga la fuerza divina para salir a proclamar, en público y en privado, que Cristo está vivo y es el centro de la vida.