En 1943, en las tierras agrícolas de Michoacán, México, algo extraordinario ocurrió: el Volcán Paricutín emergió repentinamente de la tierra, desafiando la cotidianidad y dejando una marca indeleble en la historia geológica y cultural de la región. Este tuvo nueve años de actividad continua, hasta volverse inactivo el 4 de marzo de 1952 y siete meses después, se apagó por completo.

El nombre proviene del purépecha Parhíkutini, que se traduce al español como “lugar al otro lado”. Se ubica muy cerca de la capital de Michoacán, Morelia. Y la zona, gracias al inusual e histórico fenómeno de ver nacer un nuevo volcán, se volvió importante para cientos de científicos y miles de curiosos.

El nacimiento imprevisible

Todo comenzó el 20 de febrero, cuando el campesino Dionisio Pulido observó el suelo temblar y vio cómo la tierra se partía para dar paso a una columna de humo. En cuestión de días, una montaña de lava y ceniza se elevó desde la nada, creciendo rápidamente y alcanzando alturas asombrosas.

 

Impacto en las comunidades

El Paricutín transformó drásticamente el paisaje y las comunidades circundantes. Pueblos como Parícutin y San Juan Parangaricutiro quedaron sepultados bajo las capas de lava, y las imágenes de iglesias parcialmente sumergidas se convirtieron en símbolos icónicos de esta erupción única.

 

Fascinación científica

Este evento proporcionó a los científicos una oportunidad sin precedentes para estudiar el ciclo de vida de un volcán, desde su nacimiento hasta su actividad plena. Fue un laboratorio natural para comprender los procesos geológicos y la formación de la Tierra.

El nuevo volcán tuvo varios visitantes importantes dentro del campo científico. Entre los relatos que cuentan los documentos oficiales, hay constancia de las visitas de Teodoro Flores Reyes, director del Instituto de Geología de la UNAM y fundador de la Sociedad Geológica Mexicana y otros interesados en la investigación del nacimiento de este nuevo volcán.

 

Legado Cultural

Paricutín no solo dejó cicatrices en el paisaje, sino que también se integró en la cultura y mitología local. Las leyendas cuentan historias de la furia de la tierra y la intervención divina, recordando a las generaciones futuras el poder incontrolable de la naturaleza.