Uruapan, Mich.- La Osa Mayor, la Osa Menor, la constelación de Orión e incluso un pingüino y un huevo son algunas de las formas que hemos aprendido a apreciar cuando miramos al cielo. Pero, ¿qué pasa en nuestro cerebro cuando identificamos estos patrones?
El fenómeno psicológico responsable se llama pareidolia. Se trata de un tipo de apofenia, la tendencia a atribuir significado y establecer patrones entre cosas aparentemente no relacionadas.
La palabra deriva del griego eidolon (imagen o figura) y el prefijo para (semejante a). Los ejemplos más comunes son, por supuesto, las estrellas y las nubes (o los cráteres de Marte en forma de espermatozoide), aunque es frecuente saber de gente que ve a Jesucristo en un sándwich de queso o a la Vírgen María en un pedazo de madera, o simplemente caras en las cosas.
La pareidolia nos hace ver a un pingüino junto a un huevo e la forma de dos galaxias conocidas como Arp142. Y también que la constelación RX J0603.3+4214, ubicada a unos 3 mil millones de años luz, sea conocida como la Constelación del cepillo de dientes.
Otros ejemplos famosos
En 2004, una mujer de Miami vendió un sándwich de queso de diez años en 28 mil dólares porque, aseguraba, se podía apreciar en él el rostro de Jesús.
¿Por qué ocurre la pareidolia?
Existen numerosas teorías. Algunos estudios que afirman que quienes tienen fuertes creencias religiosas son más propensos a ver cosas inexistentes en objetos.
El cosmólogo y escritor Carl Sagan dijo que se trata de un instinto de supervivencia, pues le permite a los humanos «identificar si el rostro que percibimos es un amigo o enemigo».
Muchos expertos afirman que la pareidolia está detrás de los avistamientos alienígenas y de quienes afirman haber visto a Elvis Presley en un paraíso, oculto de la sociedad (o, para el caso, a Pedrito Infante).
Con información de Milenio