El día catorce de febrero conmemoramos la fecha del martirio de Tangaxoán II Tzintzicha, por parte de Nuño de Guzmán, allá en Santiago Conguripo, municipio, hoy, de S. Francisco Angamacutiro. En ese tiempo los españoles quisieron implantar que sólo ellos eran los importantes, que sólo ellos tenían la grandeza, que los indios ni siquiera eran humanos, no eran personas, que no tenían alma. Muchos años se luchó contra ese punto de vista tan equivocado. Por eso no se les respetaba la vida. A veces ni los sacramentos se les daba. Ellos, los españoles, sólo querían oro, oro, oro. No había otra cosa que les importara que el oro y la plata de los pueblos de estos lugares.
Cuando ya el emperador de Michoacán había mandado a Cortés todo el oro de su imperio, todavía le exigían más. Incluso Nuño de Guzmán vino él mismo a exigirlo, pero como ya no lo había, con crueldad le exigió lo que el emperador lo que ya no tenía. Ya habían pasado más de ocho años de rapiña por parte de los españoles y ya todo se lo habían llevado. Sus espías le informaron a Nuño que en Santiago Conguripo estaban las maritas, los graneros del emperador, que tal vez eso sólo era un disfraz para esconde sus tesoros, el oro que tanto ansiaban. Por el camino le hicieron un juicio que, en realidad no fue juicio, sino sólo engaño para tener excusa para asesinarlo. Ya en Conguripo, como vieron que en las maritas no había ni oro ni plata, solamente los granos del reino, lo ejecutaron. Después de ser arrastrado, atado a la cola de un caballo, ya moribundo, lo quemaron. Así acabó el último emperador de Michoacán, gran persona para su imperio y para la Historia.