Mira con amplitud de mente a Jesús, enojado al llegar al templo de Jerusalén. Los sacerdotes le daban más importancia al poder y al dinero que al silencio sagrado para la oración.
Apliquemos este texto a nuestra vida, pensemos que nuestro cuerpo, que nuestra vida es un templo, que es el templo que Dios nos ha regalado para vivir, y que en este templo debemos sobre todo rendirle culto a Dios, usarlo para que toda nuestra vida sea una continua alabanza a su nombre.
El templo es casa de oración, es la Casa del Padre. Tú eres el templo de Dios. Revisa si tienes un mercado en tu interior que te impida orar. Purifícate acercándote al sacramento de la reconciliación.
Juan 2,13-25
P. Guillermo Gándara, Padres y Hermanos Paulinos.