Ya muy cerca, en el tiempo, del momento de la explosión, aumentaron los ruidos interiores de la tierra y los temblores, chicos y grandes alrededor y en las cercanías, sobre todo entre el cerro de Jurátiro y el cerro Prieto, al sur de Paricutín y de Quitzocho. El volcán abrió a las cuatro de la tarde del 20 de febrero de 1943. De allí para adelante, toda la noche y los días siguientes, era un espectáculo digno de mejor suerte, la gente moría de temor y miedo. La primera noche, si la gente no hubiera estado horrorizada, se pudo contemplar la hermosura de un espectáculo nunca visto en estas regiones por ojos humanos. Y esos eran los ojos de los lugareños.

   El volcán emitió gases con un nauseabundo olor a azufre. Así lo describían: Y comenzó a levantarse una pequeña columna, tanto de humo como de un hervor de mole, en la base, un pequeño cono de material desconocido. Dionisio Pulido dice: “Vi una grieta de medio metro… después oí un trueno… los árboles temblaban… Entonces vi un agujero. La tierra se levantó dos o tres metros… se levantaba también mucho humo, con un chiflido ruidoso. Todo olía a azufre.  Intenté ayudar a mi yunta de bueyes… Me sentía atontado. No sabía qué hacer o qué pensar. No podía encontrar a mi esposa, a mi hijo, a mis animales. Recordé al Señor de los Milagros: “Usted me trajo a este mundo…” Monté después mi yegua y fui a Paricutín, donde me esperaban mi esposa y mi hijo. Creían que yo había muerto. La fisura y el cono del volcán crecieron. Las erupciones más violentas comenzaron desde las 24 horas de ese día 20 de Febrero. Al amanecer aparecieron derrames de lava. Eso duró hasta l948.