Decía Buda: “Todo lo que somos es el resultado de lo que hemos pensado. Todo está fundado en nuestros pensamientos y está hecho de nuestros pensamientos.” Por consiguiente, nuestros pensamientos nos han tejido como sociedad y como pueblo. Somos el resultado de las combinaciones de nuestras ideas, en nuestros pensamientos. A nadie culpemos de lo que somos, de lo que tenemos, de lo que nos minimiza o de lo que nos engrandece. Y qué bien que así sea, porque a nadie podremos culpar de lo que somos, de lo que tenemos, de lo que nos pasa, de lo que nos atemoriza, de lo que no tenemos… porque por lo menos tenemos la libertad de callar ante lo que de esa forma nos pertenece. Y esto que somos, a veces, no nos conviene. Sobre todo ahora que estamos tan inseguros por las cosas que hacemos. Y estamos tan atrapados. Ni siquiera podemos movernos. Ya en la antigüedad se veía esto. Así lo mira Terencio: “Mala cosa es tener un lobo cogido por las orejas, pues no sabes cómo soltarlo ni cómo continuar aguantándolo.” ¡Qué alcance, qué conocimiento! Pero de poco nos sirve. No nos alcanza para salir de este mal en donde estamos. No completamos siquiera para curarnos el pasmo del egoísmo, o para ir en contra de lo que nos tiene como nos tiene.
El pensamiento de los pueblos es el pensamiento de los individuos. Cuando el pensamiento de los individuos va solo, solo se va, sólo se pierde. Cuando se junta al pensamiento de los demás, se hace una cadena muy fuerte que difícilmente se romperá. Por eso, hay que conjuntar todo el pensamiento de Uruapan para ser Uruapan. Sólo así.