Los grandes hombres dejan huella por donde pasan, en donde duermen, en donde comen, en donde están, en donde son, en donde actúan y no es por su peso netamente personal, sino por el alcance histórico y trascendente por el que son. Su presencia va y viene, por donde ellos anduvieron y plantaron sus huellas.

Por ejemplo, D. José María Morelos y Pavón, pasó por Uruapan, dejó sus huellas, las puso para que otras personas las retomaran y las siguieran. Por Uruapan pasaba cuando iba a Tahuejo donde estuvo once años trabajando para después poder costearse sus estudios. El adolescente soñador que en Valladolid no podía estudiar, tuvo que irse a estudiar tras de las recuas, tras de los rebaños, tras de la yunta de bueyes o tras de los arados. Morelos no era un joven pudiente, pero era un joven pensante. Y eso no cualquiera lo tiene. No era un joven de recursos materiales, pero era un joven de recursos espirituales, intelectuales, mentales.

Entonces, en los tiempos de las inquietudes para la Independencia, como ahora en los tiempos aciagos de nuestra historia, pesa más el pensamiento del que piensa, que el poder del que puede. Morelos iba, desde el pensamiento de niño, hasta el pensamiento después de estudiante, de sacerdote y de Libertador. En Uruapan Morelos aprendió muchas cosas cuando estuvo aquí como diácono o cuando pasaba hacia Tahuejo. Los grandes hombres no tienen límite en sus aspiraciones: Morelos quería la independencia y la libertad.