El rincón de Agua Verde como se le conoce al Lago de Zirahuén, es un lugar ideal para un retiro espiritual y para disfrutar de un paradisíaco entorno natural…
Cuenta la leyenda que a la llegada de los españoles a Michoacán, luego de la caída de Tenochtitlan, uno de los conquistadores se enamoró de Eréndira, la bella hija de Tangaxoán, rey de los purépechas; la raptó y la escondió en un hermoso valle rodeado de montañas; ahí, sentada sobre una enorme roca, la princesa lloró desconsolada, y sus lágrimas formaron un gran lago. Desesperada y para escapar de su raptor, se arrojó al lago, en el cual, por un extraño hechizo se convirtió en sirena. Desde entonces, por su belleza, al lago se le llamó Zirahuén, que en purépecha significa espejo de los dioses.
Dicen los lugareños que la sirena aún vaga por el lago, y no falta quien asegure haberla visto. Dicen que en las primeras horas de la madrugada surge del fondo para encantar a los hombres y ahogarlos; y la culpan de la muerte de muchos pescadores, cuyos cuerpos sólo es posible localizar después de varios días de haberse ahogado. Hasta hace poco tiempo existía al borde del lago una gran piedra con forma de asiento en la que, se dice, lloró Eréndira. La leyenda está tan arraigada en el ánimo de los lugareños, que hasta hay una pequeña miscelánea llamada “La Sirena de Zirahuén”, y es, por supuesto, la más famosa del pueblo.
Ciertamente todo esto es sólo una romántica historia nacida de la imaginación, pero al contemplar el hermoso lago de Zirahuén, es fácil entender que ante espectáculos tan magníficos el alma humana se llene de fantasías. Zirahuén es considerado como uno de los secretos mejor guardados de Michoacán, pues rodeado de lugares turísticos tan famosos como Pátzcuaro, Uruapan o Santa Clara del Cobre, se le considera un destino turístico secundario. Sin embargo, su extraordinaria belleza hace de él un sitio único, equiparable con los mejores del país.
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Situado en la parte central de Michoacán, el lago de Zirahuén, junto con los de Pátzcuaro, Cuitzeo y Chapala, forma parte del sistema lacustre de este estado. Hay dos caminos para llegar a Zirahúen, el principal, pavimentado, sale de Pátzcuaro hacia Uruapan y a los 17 km se desvía hacia el sur 5 km hasta llegar al pueblo. El otro camino, menos transitado, es un empedrado de 7 km que sale de Santa Clara del Cobre, y que fue construido por los ejidatarios del lugar, quienes, para recuperar la inversión, cobran una módica cuota por transitarlo. Una señal inconfundible para localizar la entrada al camino en las afueras de Santa Clara, es un pintoresco busto de cobre del general Lázaro Cárdenas, profusamente decorado.
De forma cuadrangular, el lago tiene poco más de 4 km por lado, y una profundidad de unos 40 m en su parte central. Está situado en una pequeña cuenca cerrada, rodeada de altas montañas, por lo que sus riberas son muy escarpadas. Sólo en la parte norte se encuentra una pequeña planicie donde se ha establecido el pueblo de Zirahuén, que a su vez está rodeado de abruptos cerros.
El lago y el pueblo están enmarcados por densos bosques de pinos, encinos y madroños, los cuales están mejor preservados en las márgenes del ángulo suroeste, ya que es el más alejado de las poblaciones ribereñas. Esa parte es una de las más hermosas del lago, que aquí se adentra entre las altas e inclinadas laderas de las montañas circundantes, cubiertas de exuberante vegetación de aspecto selvático y forma una especie de cañón. El lugar es conocido como Rincón de Agua Verde, por el color que toman las aguas cristalinas del lago al reflejarse en ellas el espeso follaje de las riberas, y por los pigmentos vegetales disueltos en el agua debido a la descomposición de las hojas.
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En esta aislada zona se han construido varias cabañas que se rentan, y son un sitio ideal para un retiro espiritual, y para entregarse a la contemplación y a la reflexión en medio de un paradisíaco entorno natural, donde sólo se escuchan el murmullo del viento entre los árboles y los suaves trinos de los pájaros.
Existen muchas veredas que atraviesan los bosques o bordean el lago, por lo que pueden hacer largos recorridos bajo la fragancia de los árboles, y observar la multitud de plantas que los parasitan, como las bromelias, que los lugareños llaman “gallitos”, olas orquídeas de vivos colores, de cuyos néctares se alimentan los colibríes, y que son muy apreciadas para las festividades del Día de Muertos. Por las mañanas, una densa neblina se levanta del lago invadiendo el bosque, y la luz se filtra en haces a través de la bóveda vegetal, creando un juego de sombras y destellos de colores, mientras las hojas muertas caen balanceándose suavemente.
La principal vía de acceso a este lugar es por lancha, a través del lago. Hay un pequeño y pintoresco muelle desde el cual se puede nadar en las cristalinas aguas, que en esta área son muy profundas, a diferencia de la mayor parte de las riberas, que son lodosas, poco profundas y llenas de juncos y plantas acuáticas, que las hacen muy peligrosas para practicar la natación. En la parte central de la margen occidental se encuentra la ranchería de Copándaro; a la misma altura, a la orilla del lago, hay un exótico y rústico restaurante, profusamente adornado con flores, que tiene un muelle propio y forma parte del complejo turístico de Zirahuén.
El pueblo de Zirahuén se extiende a lo largo de la ribera norte del lago; dos muelles principales dan acceso a él: uno, muy corto, situado hacia su parte central, es el muelle popular, donde se abordan las lanchas particulares que traen a los visitantes o un pequeño yate de propiedad comunal. La entrada está rodeada por pequeños puestos de artesanías locales y varios restaurantes rústicos, algunos de ellos soportados por pilotes a la orilla del lago, propiedad de los pescadores y sus familias, donde se vende comida a precios módicos, incluyendo el caldo de pescado blanco, típico del lago de Zirahuén, que según se dice, es más sabroso que el de Pátzcuaro.
El otro muelle, hacia el extremo oriental del pueblo, es propiedad privada, y está formado por un largo espigón techado, que permite abordar los yates que hacen los recorridos turísticos por el lago. Hay además varias cabañas de madera y las oficinas desde donde se controla todo el complejo turístico de Zirahuén. Este complejo consta de las cabañas del Rincón de Agua Verde y el restaurante de la margen occidental, además un servicio que proporciona los implementos para practicar deportes acuáticos, como el esquí. Extrañamente, gran parte de las riberas del lago pertenecen a un solo dueño, quien se ha construido un sitio de descanso sobre la ribera sur, conocido como la “Casa Grande”. Se trata de una enorme cabaña de madera, dedos pisos, que incluye salas donde se atesoran antiguas artesanías regionales, como lacas de Pátzcuaro elaboradas con las técnicas originales, y que actualmente se han descontinuado. En algunos recorridos turísticos se incluye una visita a este lugar.
Entre los dos muelles principales hay varios “muelles” pequeños, donde los pescadores amarran sus canoas, pero la mayoría prefiere encallarlas en las orillas. Resulta muy agradable pasearse por ahí y contemplar esas embarcaciones talladas de una sola pieza, ahuecando troncos de pino, que se impulsan con largos remos de palas redondeadas, y es muy emocionante navegar en ellas pues por su precario equilibrio es fácil que se vuelquen al menor movimiento de sus ocupantes. Es asombrosa la habilidad de los pescadores, sobre todo de los niños, para conducirlas remando de pie. Muchos pescadores viven en pequeñas chozas de madera a la orilla del lago, enmarcadas por hileras de altas garrochas de madera, sobre las que se cuelgan a secar las largas redes de pesca.
El pueblo está formado principalmente por casas bajas de adobe, enjarradas con charanda, la tierra rojiza característica de la región y que aquí es muy abundante en el Cerro Colorado que limita al pueblo hacia el este. La mayoría tiene techos de teja anaranjada, de dos aguas, y amplios patios interiores con portales adornados con floridos macetones. Alrededor y dentro de la población hay grandes huertas de aguacate, tejocote, manzano, higuera y membrillo, con cuyos frutos las familias elaboran conservas y golosinas. Al centro del pueblo se encuentra la parroquia, dedicada al Señor del Perdón, que conserva el estilo arquitectónico que prevalece en toda la región desde la llegada de los primeros misioneros. Tiene una amplia nave techada con una especie de bóveda de cañón con arcos de nervadura, hecha totalmente de madera, que demuestra una sorprendente y minuciosa técnica de ensamblaje. Sobre el vestíbulo hay un pequeño coro, al que se sube por una estrecha escalera de caracol. El techo exterior es de teja anaranjada, a dos aguas, y a la derecha del edificio hay una antigua torre de piedra, rematada con un campanario al que se sube por una escalera interior. El atrio es amplio y su barda tiene tres entradas enrejadas; por su apropiada situación los lugareños lo atraviesan a modo de atajo. Es, pues, frecuente ver pasar a las señoras ataviadas con los clásicos rebozos azules con rayas negras, estilo Pátzcuaro, muy usados en toda la región. Frente a la iglesia hay una pequeña plaza con un kiosco de cemento y una fuente de cantera. Algunas de las casas que la rodean tienen portales rústicos de teja, sostenidos por pilares de madera. Muchas calles están empedradas, y aún persiste la costumbre colonial de llamar “Calle Real” a la calle principal. Es común encontrar burros y vacas vagando tranquilamente por las calles, y por las tardes, las manadas de vacas atraviesan el pueblo rumbo a sus corrales, apresuradas por los vaqueros, que frecuentemente son niños. Es costumbre local bañar a los caballos a la orilla del lago, y que las mujeres laven la ropa en él. Desgraciadamente, el uso de detergentes y jabones con productos químicos muy tóxicos, están provocando una gran contaminación del lago, a lo que se suma la acumulación de desperdicios no biodegradables que son arrojados en las orillas por los visitantes y los lugareños. La ignorancia o negligencia para atender el problema, acabarán por destruir el lago y nadie parece tener interés en tomar medidas para evitarlo.
Un pez salta intempestivamente fuera del agua muy cerca de la orilla, rompiendo la quieta superficie del agua. A la distancia, una canoa se desliza velozmente partiendo las olas, que lanzan destellos dorados. Su silueta se recorta contra el brillante fondo del lago, teñido de violeta por el atardecer. Hace un rato que las urracas pasaron, como una negra nube parlanchina, hacia sus refugios nocturnos en las arboledas de las orillas. Cuentan los ancianos del pueblo que antes llegaban muchos patos migratorios, formando parvadas que ocupaban buena parte del lago, pero los ahuyentaron los cazadores, que constantemente los asediaban a balazos. Ahora es muy difícil verlos llegar por aquí. El remero apresura el paso para llegar a tierra antes de que oscurezca. Aunque hay un pequeño faro en el embarcadero central que sirve de guía a los pescadores en la noche, la mayoría prefiere llegar temprano a casa, “no vaya a ser que por ahí ande rondando la sirena”.
Con información de mexico desconocido