Uruapan, Mich.- Los científicos han pasado varias décadas intentando encontrar la manera de regenerar partes del cuerpo humano. Asombrados por los ajolotes —que poseen esta cualidad—, los investigadores han dado un gran paso tras descifrar el genoma de este anfibio mexicano. Sin embargo, el camino aún parece largo.

¿Pero qué pensarían si les dijera que el secreto de la inmortalidad está en los genitales humanos?

Para intentar responder esa pregunta, el doctor James Hamblin se hace otro cuestionamiento en el libro Si nuestros cuerpos hablaran (Grijalbo, 2018): ¿cómo es que las células de un ser humano son capaces de crear a otro ser humano?

Según cuenta Hamblin —editor de Salud en la revista The Atlantic—, todo se remonta a 1908, cuando el histólogo Alexander Maksimov acuñó el término células madre para referirse a las células capaces de convertirse en células de otro tipo.

Desafortunadamente para él, sus investigaciones no lograron los resultados que esperaba, pero en 1981 una bióloga de la Universidad de California, Gail Martin, que retomó los estudios de Maksimov «descubrió que hay un tipo de célula humana que se puede convertir en cualquier clase de célula del cuerpo».

El doctor Hamblin describe estas células madre como hojas en blanco, de modo que pueden adoptar la forma de un marcapasos en el corazón, una uña del dedo, pequeñas bombeadoras de bilis. Para que puedan formarse, es necesaria la combinación de células germinales, que todos portamos en los ovarios o testículos.

Ahí, en la palabra germinales, está la clave de todo, pues este tipo de célula no sufre senescencia, un proceso irreversible en el que las tapas al final de los cromosomas —telómeros— se degradan hasta que a las células les es imposible dividirse y mueren.

Sólo las células germinales tienen una enzima (telomerasa) que reconstruye sus telómeros. De esta forma, las células germinales «representan la liga entre la mortalidad y la inmortalidad».

Así que, como dice James Hamblin, «si ahora anunciaras: ‘Tengo la clave de la inmortalidad aquí mismo’ y señalaras tu entrepierna, estaría mal, pero no sería incorrecto».

Con información de Milenio