A su muerte, el Maestro Juan Delgado ya había legado su casa, de un arte único, como no hay otra, su hermosa casa a los niños desposeídos de Uruapan para que continuara como escuela. Les dejó también los ahorros de toda su vida para que la adaptaran. Así se hizo. Esto no lo hace cualquiera. Sólo lo hacen las grandes personas, las que se dan por entero a su vocación, sólo los que tienen vocación a lo que tienen vocación, como el Maestro Juan Delgado. ¡Honor a quien honor merece y él merece este honor!