“Nos empeñamos en dirigir sus vidas
sin saber el oficio y sin vocación.
Les vamos trasmitiendo nuestras frustraciones
con la leche templada y en cada canción…”
Joan Manuel Serrat. Esos locos bajitos. En transito. (1981)
Padres responsables vs. padres culpables
No existen padres buenos o malos ni culpables, sino padres responsables que se equivocan, se enjuician y se cuestionan, se comprometen con las situaciones de sus hijos. Ser padre no es una profesión. No basta con formarse o informarse para adquirir competencias de progenitor. Ayuda, pero no es suficiente. Consultar al Psicólogo a tiempo puede ser fundamental para disminuir los riesgos para el desarrollo adecuado de los niños y el bienestar familiar.
Ser padre demanda realizar un gran número de ajustes en la vida en general, desde el espacio físico que debe reacomodarse para que ese niño que viene tenga lugar, como el espacio afectivo que ese niño va a demandar en la familia. Una demanda de atención, de compañía, de cuidado, de seguridad, de contención y de presencia. La implicación con respecto al niño es demasiado viva para no despertar todas las resonancias inconscientes, así como al niño que uno mismo fue. Aparecen recuerdos, anécdotas de la infancia, de los propios padres. Aspectos que el psicólogo infantil puede ayudar a reconocer y ser tenidas en cuenta para poder ver el efecto que generan en la manera de relacionarse con los niños, en especial frente a las dificultades que muchas veces atraviesan las familias.
Ser padre
Ser padre significa avanzar con intuición y, en consecuencia, ser capaz de confiar en uno mismo y al mismo tiempo ponerse en tela de juicio. Del mismo modo, que como niño, ha sabido enjuiciar a sus propios padres. Se trata de que los padres eduquen a sus hijos a riesgo de desagradarles. El objetivo fundamental de la educación de un niño es conseguir que llegue a ser autónomo, sujeto de sí mismo, y en consecuencia, hay que dejarle tan libre como sea posible según su edad, sin imponerles reglas superfluas. Lo que no debe entenderse como “hacer lo que le dé la gana” él también debe aprender siendo responsable de lo que él realiza y sus consecuencias. Las positivas que reconfortan e incrementan la autoestima y las negativas que cuestionan y mueven a reflexionar y crecer.
Hagan lo que hagan los padres, su educación siempre es mala a ojos de sus hijos. Sólo deben preocuparse en caso de que el niño los encuentre perfectos. Como mínimo, tal sumisión es señal de que no le han permitido desarrollar el espíritu crítico que resulta imprescindible para conquistar la autonomía.
Del mismo modo, agotarse en demostrar al niño que uno tiene razón supone querer dominarle a fin de estar en paz con la propia conciencia. Es preciso poder aceptar este hecho sin culpabilidad: a ojos de niño, el progenitor se equivoca la mayor parte del tiempo.
El progenitor hace lo que puede: no tiene por qué representar un papel mágico, con el pretexto de tranquilizar a su hijo, declarándose infalible; no lo sabe todo ni lo puede todo, y debe ser capaz de decirlo.
¿Padres ideales?
El ideal no pertenece a este mundo, aun cuando los padres fuesen ejemplares, su hijo podría presentar de todos modos, en un momento u otro de su desarrollo, dificultades que pueden ser causas de inquietud en la familia. Siempre hay épocas difíciles de pasar, y aceptar como padres que es imposible evitar todo sufrimiento a los niños es una tarea muchas veces de gran dificultad. Animarse a pedir ayuda al psicólogo infantil cuando el sufrimiento familiar o del niño es grande es un gran paso para contribuir al bienestar de la familia y al conocimiento personal que lleva a una aceptación de las propias limitaciones de cada uno en relación a la crianza.