Los pueblos se han ido haciendo pueblos por sus tradiciones y por sus costumbres. Las vetas de cultura han contribuido mucho a esa realidad. El conocimiento, poco a poco, ha ido tendiendo los tabiques y los adobes para hacer sus paredes, para hacer sus construcciones, para alcanzar sus alturas. Costumbres y tradiciones que se han quedado en el pueblo y que están allí, con su fuerza cultural para decir lo que son, lo que en su tiempo aportaron. Como ahora las Aguadoras. Aparentemente es un desfile sin más, pero no. Lleva el corazón de Uruapan, la esencia de su realidad.

Significa lo que fue, en su tiempo: El rito del agua para el domingo de Resurrección que se hacía en la parroquia de San Francisco. Las damas, sobre todo las más jovencitas iban a La Rodilla del Diablo a llenar sus cántaros para que el sacerdote, en el templo, bendijera sus aguas y el pueblo tuviera con qué asperger y bendecir a las personas, para limpiar y purificar sus almas. En aquel tiempo no tenía más que el significado que tenía. Las mujeres que traían el agua, con sus vestiduras de diario. Ahora ya es una cosa más construida, más elegante más significativa. En aquel tiempo era sólo el significado que la fe sugería. Ahora es el significado que la tradición y la cultura sugieren, es el alcance que la misma gente le da: Con su música, con sus atuendos, con sus danzas. Es apenas el principio que los barrios quieren promover de sus grandes riquezas que guardan en sus acervos. Ojalá que las autoridades sepan apoyar estas manifestaciones tan sencillas pero tan importantes.