En el artículo que escribí recomendando Reckoners, había hablado un poco sobre Brandon Sanderson; que es fácil leer sus libros y no es tan pretencioso como pecan muchos otros escritores.
Sanderson también es un tipo muy crítico. Es evidente que algunos géneros literarios, como la fantasía, están sufriendo de estancamientos severos. Donde vemos historias sumamente parecidas, pero con diferente “traje”. Los autores que se han percatado de esto no han intentado hacer nada para cambiarlo.
En uno de sus trabajos académicos, Sanderson habla sobre lo que llama “El síndrome de Campbell”. Campbell habla de patrón narrativo del Camino del Héroe, que sigue una serie de eventos que siguen casi todas las historias de fantasía. El autor manifiesta la necesidad de reconocer este problema e incorporar nuevas ideas a la literatura fantástica actual.
Muchos de los libros de Brandon Sanderson ocurren en un mismo universo al que llama Cosmere. El Cosmere tiene un planeta por cada saga que escribe. En el Cosmere se desarrollan Elantris, El Aliento de los Dioses, La decalogía de El Archivo de las Tormentas y Nacidos de la Bruma.
Mistborn, o “Nacidos de la Bruma” como se le conoce en habla hispana, fue la saga de libros con la que conocí a Brandon Sanderson y con la que volví a obtener el hábito de la lectura. Es una de las sagas con las que vino a demostrar como es que todavía se puede llegar a más dentro del género de la fantasía.
Al comenzar la novela vemos un mundo que, aunque es medieval en cierto modo, tiene un aspecto sumamente distinto al de otras historias. Se desarrolla en Scadrial, un mundo que ha estado dominado por el que llaman Lord Legislador durante mil años. En todo ese tiempo ha llovido ceniza y las cosechas son escasas, además de que el Lord Legislador gobierna con mano dura a la población gracias al terror, a sus poderes y a su inmortalidad.
El Lord Legislador divide a la humanidad en dos sectores: Los nobles, que están bajo control directo del Lord Legislador, y los Skaa, que son básicamente los esclavos de los nobles.
El Lord Legislador dotó de poderes mágicos llamados alomancia a los nobles. La alomancia permite al usuario consumir metal para obtener una habilidad hasta que el metal se agote. Este poder se transmite a los descendientes del usuario. Los nobles mantienen relaciones con sus sirvientes Skaa, y, aunque la ley lo prohíbe, sus bastardos han sobrevivido y heredado los poderes alománticos.
Dependiendo de la cantidad de metales que pueda manejar el usuario puede ser un brumoso o un nacido de la bruma. Los brumosos pueden manejar solo un metal, mientras que los nacidos de la bruma pueden manejarlos todos.
La magia en Mistborn tiene condiciones, reglas claras y límites. Por ejemplo, el acero; que es, en mi opinión, uno de los metales mejor desarrollados de la saga.
Un usuario de acero puede empujar contra los metales, pero para empujarlos el usuario debe ser más pesado que el metal que está intentando empujar, de no ser así, el usuario saldrá disparado si lo intenta. Si el metal está dentro de una persona puede ser más difícil empujarlo o directamente imposible de empujar. No hay ningún tipo de escala de poder y no sucede porque “lo hizo un mago”. La magia aquí tiene un nivel muy sutil. No existe ningún poder capaz de sacar un dragón de la manga ni nada por el estilo. Algunos otros metales más comunes permiten incrementar la fuerza, los sentidos, detectar a otros alomantes u ocultarlos.
La historia del primer libro, El Imperio Final, sigue a Kelsier, un nacido de la bruma, un hombre al que llaman “El Superviviente” por ser el único que pudo huir de los Pozos de Hathsin. Kelsier busca acabar con el reinado de terror del Lord Legislador; para ello, debe descubrir el modo de utilizar el undécimo metal, un metal nunca visto, que promete ser la solución para la inmortalidad del Lord Legislador. Además, necesita reunir un equipo que le ayude a crear un plan y a administrar los recursos que puedan conseguir. Recluta a miembros de su antigua banda, a Yeden, el sujeto que va a “patrocinar” el objetivo de Kelsier, y a Vin, una pobre chica con mucha suerte. Unidos, tal vez puedan cambiar el mundo y terminar con la atroz dominación del Lord Legislador.
Como mencioné en el artículo de Reckoners, Nacidos de la Bruma es una obra que apunta alto. Busca demostrar que todavía se pueden realizar novelas diferentes, que, aunque tengan ciertos tropos del género, se puede experimentar y conseguir algo que se sienta fresco.
Nacidos de la Bruma en la primera trilogía cuenta con tres libros: El Imperio Final, el Pozo de la Ascensión y el Héroe de las Eras; además de los relatos cortos de La historia secreta y El undécimo metal que se encuentran en la antología del Arcanum Ilimitado.
Me gustaría hablar sobre la segunda trilogía, que es mi arco preferido de Nacidos de la Bruma; pero eso será para otra ocasión.