La Historia en sus etapas se desenvuelve y madura. No tiene más salidas que las salidas o las entradas que ha registrado a través del tiempo. Sus personajes y sus hechos no son más que la medida exacta de sus alcances y de su propia grandeza. La historia de nuestros pueblos antiguos es una historia completa, pero en unos casos, injusta; en otros, sospechosa, pero también, en otros, verdadera, completa, pintoresca y acabada.

  Este próximo día 14 de febrero, por otra parte día del amor y de la amistad, se celebra un aniversario más del sacrificio, del martirio, de la muerte del último emperador Tangaxoán II, el último Caltzontzin, el último rey de los purépecha. El era un rey muy bueno, aunque algo débil. No quiso luchar contra España, porque sospechaba que casi acabarían con su pueblo. Por eso, tal vez, toleró más bien las injurias, las injusticias y hasta la misma muerte por parte de los españoles. Pero esa fue la verdad: “La verdad es lo que es, y sigue siendo verdad, aunque se piense al revés.” Así lo expresaba Antonio Machado.

  En esos años de la Conquista, las cosas andaban mal para Michoacán, sobre todo, por las injusticias y crueldades de Nuño de Guzmán. La principal víctima de este mal hombre fue el emperador Tangaxoán II, Tzintzicha. Nuño quería oro y más oro. Como vio que ya oro no había. Llevó al emperador a las maritas, graneros del imperio, a Conguripo. Muchos le decían que ahí guardaba el oro. Y hacia allá se encaminaron solo para sacrificarlo don toda la crueldad posible. Así se hicieron las conquistas de estos lugares. Lo ataron a la cola de un caballo. Lo arrastraron. Y después lo llevaron a la hoguera. Muerte cruel.