Francoise Dolto reconocida Psicoanalista de niños, insistía ya en 1961 en la crisis por la que atraviesa la familia. Con esto hacía hincapié a la pérdida de puntos de referencia, en donde los padres no tienen nada de prestigiosos a los ojos de sus hijos, y toda manifestación de autoridad tiende a percibirse como autoritarismo.
“El espacio de lo familiar parece no tener ya nada de íntimo”.
La apertura de la familia al mundo, el lugar que ocupa la televisión, el internet -con sus miles de informaciones y de personajes al que la familia tiene acceso a diario- pueden tomarse en situaciones como modelos, en donde, las funciones fundamentales que los padres deben cumplir en la familia y en la sociedad se encuentran distorsionadas.
“Esos locos bajitos que se incorporan
con los ojos abiertos de par en par,
sin respeto al horario ni a las costumbres
y a los que, por su bien, hay que domesticar…”
Muchos de estos personajes mediáticos se muestran más que como padres como amigos, como colegas de sus propios hijos. Y no me remito, al hecho de poder tener confianza y buena comunicación con los hijos, aspecto importante en la familia; sino a la falta muchas veces de esa discriminación de la asimetría que un padre representa para un hijo. Parece que aquellos padres tan claramente definidos por Joan Manuel Serrat, aquellos que organizan los horarios, que domestican por el bien del niño, que transmiten las costumbres y cuentan cuentos que alcanzan para dormir, no tienen mucho sitio en la programación actual.
Función paterna y función materna
Más allá de las conmociones sociales, la naturaleza humana permanece invariable. Siguen haciendo falta tres para que un niño se forme como tal. Incluso aunque los padres no se hallen presentes, los niños llevan en su interior una idea de padre y de madre. Es una ley psicológica, afirma Dolto, que apela con regularidad a la naturaleza humana. Todos llevamos en nosotros una idea tipo de padres. Me refiero a padres como personas responsables del cuidado y desarrollo del menor, como una función, como un sujeto masculino o femenino que lo representa y encarna. Estas funciones, según nos muestra la psicología infantil, las cumple en parte un educador, un padre adoptivo, una abuela tutora, es decir, el conjunto de personas que ayudan a un niño a ser sujeto de sí mismo.
La función paterna, caracterizada por una presencia discontinua, que representa la ley y le introduce en el mundo social y profesional. Y la función maternaque reconforta y cuida, que aporta una presencia corporal continua en tierna edad, y que constituye el objeto de deseo de los niños.
La ley como límite contenedor
En nuestra época de crisis permanente e incertidumbre, resulta más importante que nunca como psicólogo infantil, recordar el papel crucial de las leyes que los padres están obligados a transmitir:
Las destinadas a proteger al niño, y que desaparecen a medida que éste va creciendo. Se trata en general de prohibiciones enunciadas en el seno de la familia y sus prolongaciones naturales. (La niñera, la maestra.)
Las que sobrepasan el ámbito de la familia y provienen de la colectividad de la que el niño y su familia forman parte. Por ejemplo, la obligación escolar y la prohibición a robar.
Es esencial que los castigos previstos sean administrados, no sólo para hacer respetar la ley, sino también por el bien del niño, pues una infracción que no es sancionada deja a éste entregado a su culpabilidad. Lo que significa igualmente que los padres jamás deben de tratar de preservar a su hijo de las sanciones de que es objeto. (En la escuela, por ejemplo).