El hombre es inmortal, no en el sentido teológico de la palabra, eso que lo digan otras plumas, sino en el sentido real, concreto, vivencial, de la existencia. Todos debemos cultivar nuestra propia existencia. Pocas personas han logrado trascender más allá de la muerte. Tal vez porque no hacemos lo que debemos hacer para lograr esa forma de subsistir. Lo único que logrará tal fin es hacer que nuestras obras sean trascendentes. Y allí sólo la historia nos pone en esos caminos. Hay personas que hacen muchas obras, hacen de su vida obras para la inmortalidad, pero no las ponen en la balanza de la historia. No se dan a la tarea de que no se pierda lo que hacen, que no se esfumen sus acciones, que quede en el mundo memoria histórica de su presencia.
Pues bien, hagamos que las cosas nuestras tengan arraigo, tengan extensión, sean conocidas y, sobre todo, que se registren de alguna manera en los anales de la historia, para que esta no nos deje morir. Pero hay que trabajar: Hacer grandes obras y escribirlas. Ahora en Uruapan hay varios cronistas que buscan, inquieren, investigan en los archivos y en los acontecimientos que tienen alguna veta de la historia, para traerlos y ponerlos en alguna parte para que la gente los vea, los consulte. Pero lo principal debe ser obra nuestra. Si no queremos morir del todo pongamos las bases para que nuestras obras sean grandes y se noten, no en el sentido del crimen, sino en el sentido de la excelencia. Y si sabes algo de la Historia de Uruapan, no lo guardes. Dalo a conocer para que brille lo que somos, lo que fuimos, lo que debemos ser. Ser inmortales, pero con sabiduría y con trabajo.