La Ciudad de México, construida sobre antiguos sedimentos lacustres, enfrenta un desafío constante debido al hundimiento provocado por la presencia de suelos blandos que predominan en gran parte de la capital. Este fenómeno ejerce presión sobre las numerosas fallas geológicas presentes en la región, lo que desencadena microsismos breves pero perceptibles. Aunque estos eventos sísmicos son de magnitud menor, su intensidad se ve amplificada debido a la naturaleza de los suelos y otros factores como la proximidad al epicentro y la profundidad del sismo.

 

 

Luis Antonio Domínguez Ramírez, quien es doctor en el Instituto de Geofísica de la UNAM, destaca que la intensidad de estos microsismos se ve incrementada en suelos blandos, donde el movimiento generado por un sismo es más notorio. Asimismo, señala que la distancia al epicentro y la profundidad del evento son factores determinantes para la percepción de su intensidad.

La geología de la Ciudad de México la coloca en una región propensa a la actividad sísmica debido a la interacción de las placas tectónicas de Norteamérica y Cocos en el Pacífico. El doctor Víctor Hugo Espíndola Castro, quien es jefe de análisis y monitoreo del Servicio Sismológico Nacional de la UNAM, explica que aunque la ciudad no se encuentra en el límite de estas placas, los esfuerzos generados por su dinámica afectan la región, provocando microsismos y contribuyendo al riesgo sísmico.

El doctor Espíndola utiliza una analogía para explicar este fenómeno, comparándolo con la deformación de un lápiz al ser doblado. Aunque no estamos en el límite de las placas, las fuerzas generadas por su interacción ejercen presión en la corteza terrestre, causando deformaciones importantes. Este efecto no se limita solo a la zona de impacto directo, sino que se extiende más allá, contribuyendo a la actividad sísmica en la Ciudad de México.

Ante la frecuencia de microsismos en la Ciudad de México, surge la interrogante sobre por qué la alerta sísmica no se activa en estos casos. Luis Antonio Domínguez Ramírez, experto en sismología, explica que hay dos factores cruciales relacionados con el diseño de la red de alertamiento sísmico.

En primer lugar, los microsismos no activan la alerta sísmica debido a que su magnitud es menor al umbral establecido, que normalmente es de 6. En el caso de los recientes sismos, que tuvieron una magnitud máxima de 3.0, no alcanzan este requisito.

En segundo lugar, la alerta está diseñada para detectar sismos en la región sísmica más activa del país, específicamente en la zona de subducción de la Placa de Cocos y la Placa de Norteamérica a lo largo de la costa del Pacífico.

Estas consideraciones ayudan a entender por qué la alerta sísmica no se activa en eventos de magnitudes menores en la Ciudad de México. La alerta está diseñada para enfocarse en sismos de mayor envergadura, que representan una amenaza más significativa para la población.

La Ciudad de México, enfrentando el desafío del hundimiento y construida sobre suelos blandos, experimenta microsismos periódicos debido a la interacción de placas tectónicas y fallas geológicas activas en la región. Aunque estos eventos son de magnitud menor y no activan la alerta sísmica, comprenderlos es esencial para abordar adecuadamente los riesgos sísmicos en esta área densamente poblada.