¿Sabías que, este anfibio puede regenerarse de heridas muy graves y envejecer lento?, Descúbrelo aquí.

 

 

Cuando un ajolote sufre una herida o es mutilado, despliega una sorprendente capacidad de regeneración que lo distingue en el reino animal. En respuesta al daño, se inicia un proceso asombroso: las células subyacentes se multiplican rápidamente para formar una estructura llamada blastema, compuesta por células indiferenciadas con el potencial de convertirse en cualquier tipo celular necesario. Este blastema actúa como un andamiaje biológico, dando lugar a la regeneración de tejidos, incluyendo piel, músculo y hueso. Finalmente, este proceso culmina en la recreación perfecta del miembro perdido, confiriendo al ajolote una extraordinaria capacidad de recuperación.

Los ajolotes se encuentran exclusivamente en los antiguos canales de agua y lagos del valle de México, una región que una vez fue un próspero paraíso vegetal. Esta área, que ahora alberga la Ciudad de México, la urbe más poblada del país, proporciona el hábitat natural para estos peculiares anfibios. Sin embargo, el rango de distribución del ajolote se ha reducido considerablemente, y en la actualidad solo ocupa un área de menos de 12 kilómetros cuadrados.

Las delicadas proyecciones plumosas que adornan su cabeza son branquias externas, esenciales para que los ajolotes obtengan oxígeno del agua. No obstante, estas criaturas también tienen la capacidad de absorber oxígeno a través de su piel y de la garganta.

Los ajolotes son carnívoros oportunistas, lo que significa que consumen una amplia variedad de alimentos que pueden capturar con facilidad, mostrando preferencia por moluscos, gusanos y larvas de insectos. Además, no dudan en aprovechar la oportunidad de alimentarse de insectos y peces pequeños cuando se presenta la ocasión.

En el año 2008, el ajolote fue catalogado como una especie en peligro crítico. Su hábitat se ve amenazado por la contaminación de aguas, la actividad industrial que libera sustancias tóxicas y la acumulación de residuos plásticos. A esto se suma el impacto de la sequía, exacerbada por el aumento de las temperaturas.