El encuentro entre Dios y los hombres es concebido como una trayectoria vertical, según la cual Dios “desciende” del cielo para hablarle al hombre y “asciende” cuando ha terminado su cometido. La simbología de la ascensión debemos captarla en su valor de inserción en la esfera de la divinidad.
Celebrar la solemnidad de la ascensión del Señor es una oportunidad para que mires, no solo tu destino final, el reino de Dios, sino también la tarea que queda en tus manos, «ve y proclama a todos la Buena Noticia».
El Papa Francisco, desde el inicio de su pontificado, te está invitando a salir a las periferias
a anunciar a Cristo. Cuando Cristo les dice a sus discípulos, «vayan y anuncien la Buena Nueva, a todos», es un mandato también para ti.